El
Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que el Bautismo es el fundamento de
la existencia del cristiano, no solo porque nos abre la puerta a la vida en el
espíritu y a otros sacramentos sino porque nos libera del pecado y nos regenera
como hijos de Dios.
A
nueve días de su nacimiento, el 27 de noviembre de 1867, la Madre Eufrasia
recibió este Sacramento, por manos del R.P. Giuseppe Ammirati, con el
madrinazgo de Rosa De Fazio. La ceremonia se efectuó en la iglesia matriz de
Castelsilano, llamada según los documentos de la época La Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María, hoy María Santísima Inmaculada. Actualmente,
se conserva la pila bautismal original traída de Cerenzia, en la cual
posiblemente la Madre recibió las aguas bautismales.
El
Padre Vicente Gambón escribió unas hermosas y conmovedoras palabras sobre este
momento tan importante de la vida de la Sierva de Dios:
“Sus padres Antonio
Iaconis y Antonia Spina, quienes a las condiciones de una posición elevada en
aquella sociedad unían las personales de una tierna piedad, no tardaron en regenerar
a la recién nacida con las aguas del bautismo, dándole los nombres de María,
Josefa, Amalia, Sofía. El 27 de ese mes tomó posesión la gracia divina de
aquella alma, en la que moró el Espíritu divino, no abandonandolá ya más, y
cubriéndola con su manto protector en todo el resto de su accidentada vida.”