Hace 98 años, el 2 de agosto de 1916, en una de las salas
del Hospital Pirovano moría la Madre Eufrasia. El Señor acogía su alma en su
seno misericordioso...
Esta partida dejó sin consuelo a sus queridísimas Hijas,
quienes necesitaron mucha fe y resignación para superar esta gran pérdida. Fue de
gran ayuda el apoyo que se brindaron mutuamente para llevar adelante ese dolor.
Fundamentalmente confiaron en que ella no las abandonaría e intercedería por
ellas ante el Señor. Leemos en sus cartas:
“Valor queridas Hermanas, que un día no muy lejano
quizás, volveremos al lado de nuestra amada Madre. No dudemos que ella desde el
cielo nos prodiga su maternal protección y ahora más que nunca, nos puede
alcanzar cuantas gracias deseamos”
“Lloren y lloren mucho, porque tesoro como el que hemos
perdido, no lo hallaremos jamás, pero recordemos también, que si Dios tiene
reservado un lugar a la santidad, al amor inmenso, a los corazones abnegados
allí estará nuestra inolvidable Madre"
Su amor y bondad; su incansable lucha y sacrificio por el
desprotegido, su fe y esperanza, la fortaleza ante la adversidad y su fiel
obediencia a la Iglesia,
entre otras virtudes, fueron el legado que la Madre Eufrasia dejó a sus
amadas Hijas. Éstas, no dudaron un instante en tratar de imitarla,confiando
plenamente en que la Madre
las protegería y guiaría desde el Cielo.
“Nos consuela la esperanza que un día nos juntaremos con
ella en el cielo. Ahora no nos queda más que trabajar, honrar su memoria con la
imitación de sus virtudes y hacernos acreedoras a la protección que desde el
cielo nos prodiga”
“de sus ojos también fluyen a torrentes las
lágrimas....... lágrimas ardientes..... sinceras..... pero dulcificadas con el
pensamiento de que Aquella que lloramos, ha recibido ya el premio de sus
virtudes, que nos mira desde el Cielo, desde allí protege a nuestra amada
congregación”
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