Y en el Cielo otra santa.
¡Qué lindo modo de
soñar, Madre Eufrasia!
Hogar sencillo,
levadura espiritual,
clima evangélico y
gran humanidad.
Y una joven que
sueña como todas,
en qué gastar la
vida, si para eso está.
Sueña que sueña,
inocente aldeana,
que para llegar a
santa, no hay camino corto
ni tiempo señalado,
sino gracia y quien la da.
¡Qué linda vocación,
Madre Eufrasia!
La atrae un deseo,
silencioso, y le encanta.
Se imagina entre
hermanas, lejos de casa,
compartir la vida
como consagrada,
no muy diferente a
una joven enamorada.
Eligió por Esposo al
más hermoso de los hombres,
que la quiere pobre,
fiel y casta.
No hay que decirlo,
pero está feliz, y eso basta.
¡Qué seguro modo de
andar, Madre Eufrasia!
Religión bien
entendida:
piedad de manos al
cielo,
prontas al servicio
y al consuelo.
Pocas palabras,
mucha ternura,
oración y obras,
todo por un Reino.
Velo blanco, y un
corazón generoso,
Todo por amor, sin
cálculos ni miedo.
¡Qué bella pasión,
Madre Eufrasia!
¿De dónde tanto
cariño, mujer apasionada?
¿En qué brasero
renuevas las brasas?
Lo sabemos: te vimos
a diario,
recibir la Palabra que salva,
el Pan del peregrino
que sacia,
la Sangre que embriaga;
alimento de amor
para gente enamorada.
¡Qué sinceras tus
entregas, Madre Eufrasia!
Caricia de ángel los
niños aguardan,
los jóvenes:
confidencia de hermana.
Abrazo de hija a la
vejez desamparada,
y a todos, corazón
de madre enamorada.
¡Se te va la vida,
joven andariega!
Al lado de una cama
te vieron orante,
velando el sueño de
un enfermo agonizante.
¡Qué duras tus
pruebas, Madre Eufrasia!
Espejos de virtudes
y ecos de la gracia,
viajes y pesares que
marchitan el alma.
Mujer prudente,
fortaleza y esperanza,
miras a tu Madre que
todo lo alcanza,
hija de la Inmaculada, un signo
del cielo,
todo se ha dado
según lo deseado,
que a una hija fiel
no se niega lo soñado.
¡Qué serena tu
pascua, Madre Eufrasia!
¡Qué difícil
imaginar un volcán en calma!
Se apagan sus días y
serena declara:
Estoy convencida
que lo que Él me envía,
es lo mejor para
mi alma.
En la partida
sosegada hay olor a crisma.
Dios permite a su
Sierva ver las espigas cargadas
No hay fruto amargo
si lo siembras confiada.
( Escrito en el año 2004)
Mons. Mario Aurelio Poli.
Actual Arzobispo de Buenos Aires
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