“La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía.”[1]

Estas personas que nos enseñan cómo alcanzar la meta, son los Santos: cercanos, porque compartieron nuestras fragilidades y nuestras luchas, pero verdaderas estrellas de nuestra vida, porque vivieron las virtudes en forma extraordinaria.

Este blog quiere hacerte conocer a una mujer ejemplar. Hoy la Iglesia, que es Madre de los Santos, está estudiando y valorando sus virtudes y sus obras que hoy perduran: es la Venerable, Madre Eufrasia Iaconis, Fundadora de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires.



[1] Spes Salvi, N° 49

martes, 24 de mayo de 2016

El poder de la oración comunitaria

Otro rasgo que destacó el Padre Alberto en su Homilía del 1 de agosto de 1993, fue la confianza que la Madre Eufrasia poseía en el poder de la oración, pero fundamentalmente en la oración comunitaria.
Hoy los invitamos entonces, a reflexionar e imitar esta cualidad de la Madre:


[Aquello que] me llamó la atención realmente en su pequeña biografía, es la confianza que ella tenía en el poder de la oración, pero en el poder de la oración comunitaria.
Por ejemplo, cuando ella está detrás de que la Santa Sede devuelva a la Congregación que ella fundó, el primitivo nombre, la confianza la tuvo, y qué escribía en cada carta: “Recen…, recen…, recen…”
El poder de la oración comunitaria… ¿Y por qué acentúa el poder de la oración comunitaria? Porque cuando rezamos en comunidad, lo que se eleva a Dios es un clamor; no es solamente una voz la que se eleva, es el clamor de los hijos hacia el Padre. Y confiar en este clamor y en su poder es muy importante.
Recuerdan cuando Moisés hizo liberar a su pueblo de Egipto, y Dios se aparece y dice: “He oído el clamor de mi pueblo”. La importancia de clamar, la importancia de elevar juntos la oración al Señor… Y es lo que la Madre Eufrasia quería, que el clamor se levantase al cielo. Pidió una gracia, y la gracia llega cuando uno confía”.[1]







[1] Homilía del Padre Alberto, 01 de agosto de 1993. El sacerdote expresó que tuvo en cuenta para sus reflexiones, una breve biografía de Madre Eufrasia.

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